lunes, 18 de julio de 2011

Muerte de Timanco


UBICACIÓN LOCAL
(Timaná)


Hacia el VI milenio AC. hubo las primeras incursiones de los pueblos, compuestos de pocas familias al sur del territorio dirigidos por las rutas de los ríos y los pasos de las montañas.  Los grupos vivían en continuos desplazamientos en persecución de animales y recolección de frutas, de los cuales dependía su subsistencia.  Este período también es precerámico; el lugar que lo identifica es el alto del Lavapatas( San Agustín) por el hallazgo de un fogón que supone era un sitio de reunión.


De 1000 a 5 A.C.  comienza la vida sedentaria: se dio la ruptura con la vida nómada, aunque la caza de animales permaneció como actividad importante.


Se identificó por el expansión territorial, beneficiada por las condiciones climáticas, que con la disminución de las lluvias y el aumento de la temperatura amplió la cobertura de los bosques andinos. Además, se presentó un crecimiento gradual de la población debido al estímulo de la agricultura y otras actividades.


Se identificó por la expansión territorial, beneficiada por las condiciones climáticas, que con la disminución de las lluvias y el aumento de la temperatura amplió la cobertura de los bosques andinos. Además, se presentó un crecimiento gradual de la población debido al estímulo de la agricultura y otras actividades.


La nación Andakí, dividida en numerosas tribus, ocupaba toda la parte del sur del ángulo oriental andino. Esta nación se caracterizaba por su espíritu laborioso y pacífico y el fuerte apego a su territorio en cuyas piedras rituales, distintas de las agustinianas, había esculpido símbolos religiosos.

Con la llegada de Sebastián de Belalcázar  a esta región, comenzaron las más cruentas luchas entre peninsulares y aborígenes que cobraron un gran número de víctimas de ambas partes.

Por los años 1538 el territorio de Alto Guacacallo, hoy departamento del Huila, estaba ocupado por tribus pertenecientes a las naciones Pijao, Yalcón, Paéz, Tama y Andakí de origen Caribe las tres primeras y Chibcha la última.

Aparecen los españoles, su ocupación en sus inicios fue pacífica, pero la ambición de Pedro de Añasco lo llevó a incursionar por los territorios vecinos hasta llegar a las tierras de ANAYACO donde señoreaba la Gaitana. Exigía el Hispano contribuciones y tasas, además de servicio personal para la construcción de viviendas y fuertes en Timaná como también la apertura de caminos para la participación de las cosechas.



Pigoanza enfrenta Añasco

AÑASCO EN BUSCA DE  PIGOANZA
Para Pigoanza como el resto de indígenas los caballos y los perros eran animales desconocidos que causaron especial efecto en la percepción de los nativos; Creían estos que la bestia y el jinete conformaban un solo ser y, sin embargo, las flechas y las lanzas se encargaron de aclarar tamaña equivocación. Como instrumentos de guerra los caballos fueron fundamentales para el éxito de los españoles en las enfrentamientos bélicos del alto Magdalena, región en la cual dicho sea de paso, arraigo con el tiempo en forma notable la crianza de estos animales.

Tres días después de la batalla entre Pigoanza y Añasco, se tuvo conocimiento de la muerte de éste, en San Calixto de Timaná. El capitán Juan del Río, hermano de Baltazar, envió a Diego de Mosquera, Francisco de La Torre, Juan Céspedes, Juan Vásquez y Pedro de Guzmán, de a caballo, a explorar la región y conocer la actitud de sus habitantes.
 Impaciente del Río no esperó los informes de los exploradores sino que al día siguiente salió con veintisiete jinetes hasta el poblado, del cacique Aniobongo y de Pigoanza que encontró desierto, pero con trofeos adquiridos en la batalla. Como fuera ya de noche, acampó en los bohíos indígenas y repartió la guardia para evitar sorpresas. A la madrugada del siguiente día los centinelas Diego Quintero y Luis de Lizana dieron el alerta pues oíase un gran ruido proveniente de la montaña: Eran los guerreros coligados que conocedores de la presencia de los jinetes españoles y sabiendo que estos eran sensibles a las fatigas y las bestias susceptibles de morir, se aprestaban a destruir a los invasores.
Pigoanza con cinco mil indígenas entraron al ataque después de, aniquilar tres fugitivos que en la noche abandonaron el campo. Breve fue la lucha: Juan del Río y su caballo  entraron a la historia con legendarios actos de valentía. Los aborígenes pretenden incendiar el poblado pero son sorprendidos. La estrategia prevista por del Río dio resultados y los diezmados escuadrones indígenas tuvieron dé refugiarse en las montañas.

Tanto la comisión exploradora de Diego de Mosquera llega a casa  de lnando, cacique colaboracionista conocedor de la realidad y, a pesar de las advertencias que les fueron hechas, penetraron al campo descubierto con las debidas precauciones como el manear las bestias que permanecían ensilladas.
Gentes de Pigoanza los vigilaban desde las alturas y al amanecer cayeron sobre ellos. Ante la superioridad numérica saltaron sobre sus bestias y huyeron. Pedro de Guzrnán, que no había soltado la manea de su cabalgadura fue alcanzado.
Todo el territorio Andakí estaba en pie de guerra y los españoles concentrados en Timaná Fortificaban la naciente ciudad. Los   indígenas dominaban  todos los caminos y desde las alturas seguían los movimientos de los españoles. Fue así como percibieron la llegada de una recua cargada de mercancías de Floresmiro Serrano y Pedro López a quienes convoyaba el teniente Juan de Ampudia, sobrino del gobernador de Popayán, con dieciséis soldados. Llegados a la quebrada de Piraina o Apirama acamparon sin recelo; los indígenas exploraron el campo con fingidos  mensajeros de amistad y al amanecer del siguiente día 3.000 guerreros aborígenes asaltaron el campo Los españoles sostuvieron el ataque valerosamente durante varios días.
La lucha se entabló cuerpo a cuerpo, en desiguales condiciones de armamento. La ardentía indígena se estrelló el valor temerario de Juan del Río en su Ocón que hizo retroceder a las gentes de Pigoanza que luchaba por contenerlos. Vanos fueron los esfuerzos del valiente cacique: sus tropas se dieron a la fuga y contagiaron a las de Aniobongo; terminando la batalla con el triunfo español.
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