AÑASCO EN BUSCA DE PIGOANZA
Tres días después de la batalla entre Pigoanza y Añasco, se tuvo conocimiento de la muerte de éste, en San Calixto de Timaná. El capitán Juan del Río, hermano de Baltazar, envió a Diego de Mosquera, Francisco de La Torre, Juan Céspedes, Juan Vásquez y Pedro de Guzmán, de a caballo, a explorar la región y conocer la actitud de sus habitantes.
Impaciente del Río no esperó los informes de los exploradores sino que al día siguiente salió con veintisiete jinetes hasta el poblado, del cacique Aniobongo y de Pigoanza que encontró desierto, pero con trofeos adquiridos en la batalla. Como fuera ya de noche, acampó en los bohíos indígenas y repartió la guardia para evitar sorpresas. A la madrugada del siguiente día los centinelas Diego Quintero y Luis de Lizana dieron el alerta pues oíase un gran ruido proveniente de la montaña: Eran los guerreros coligados que conocedores de la presencia de los jinetes españoles y sabiendo que estos eran sensibles a las fatigas y las bestias susceptibles de morir, se aprestaban a destruir a los invasores.
Pigoanza con cinco mil indígenas entraron al ataque después de, aniquilar tres fugitivos que en la noche abandonaron el campo. Breve fue la lucha: Juan del Río y su caballo entraron a la historia con legendarios actos de valentía. Los aborígenes pretenden incendiar el poblado pero son sorprendidos. La estrategia prevista por del Río dio resultados y los diezmados escuadrones indígenas tuvieron dé refugiarse en las montañas.
Tanto la comisión exploradora de Diego de Mosquera llega a casa de lnando, cacique colaboracionista conocedor de la realidad y, a pesar de las advertencias que les fueron hechas, penetraron al campo descubierto con las debidas precauciones como el manear las bestias que permanecían ensilladas.
Gentes de Pigoanza los vigilaban desde las alturas y al amanecer cayeron sobre ellos. Ante la superioridad numérica saltaron sobre sus bestias y huyeron. Pedro de Guzrnán, que no había soltado la manea de su cabalgadura fue alcanzado.
Todo el territorio Andakí estaba en pie de guerra y los españoles concentrados en Timaná Fortificaban la naciente ciudad. Los indígenas dominaban todos los caminos y desde las alturas seguían los movimientos de los españoles. Fue así como percibieron la llegada de una recua cargada de mercancías de Floresmiro Serrano y Pedro López a quienes convoyaba el teniente Juan de Ampudia, sobrino del gobernador de Popayán, con dieciséis soldados. Llegados a la quebrada de Piraina o Apirama acamparon sin recelo; los indígenas exploraron el campo con fingidos mensajeros de amistad y al amanecer del siguiente día 3.000 guerreros aborígenes asaltaron el campo Los españoles sostuvieron el ataque valerosamente durante varios días.
La lucha se entabló cuerpo a cuerpo, en desiguales condiciones de armamento. La ardentía indígena se estrelló el valor temerario de Juan del Río en su Ocón que hizo retroceder a las gentes de Pigoanza que luchaba por contenerlos. Vanos fueron los esfuerzos del valiente cacique: sus tropas se dieron a la fuga y contagiaron a las de Aniobongo; terminando la batalla con el triunfo español.
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